Parece que la finalidad inicial del fomento de ese tipo de actitudes es la de dotar de un elemento
identitario al colectivo que las asume. La dotación de sentido identitario generacional o de otro
tipo parece presidir la aparición, ¿espontánea?, de modas que caracterizan a tal o cual colectivo.
Recuérdese los “melenudos” de la década de los 60, y la posterior moda de las “cabezas rapadas”.
¿Qué pensar de las abundantes pintadas de muros con iniciales que no parecen tener más sentido
que el demostrar a sus autores su propia existencia? ¿o la creciente abundancia que últimamente
se observa de tatuajes corporales y “piercings”? El impulso que lleva a las personas ese tipo de
actitudes puede ser inexplicable, inconsciente, para las propias personas que las asumen, pero en
el fondo puede tratarse de un afán identitario, alguna manera de definirse a sí mismas aunque no
sepan acerca de qué.
E
sas actitudes pueden no ser irracionales, sino sólo arracionales, y no tener más explicación lógica
que la de dar identidad de colectivo al conjunto de las personas que las asumen. Pero irracionales o
arracionales, lo que está claro es que la Razón duerme, y de ese sueño no puede salir nada bueno.
Más peligrosa es la moda, también creciente, de resistirse, incluso violentamente, a disolver
“botellones” en los que no se respetan las medidas de protección contra la pandemia del COVID.
También ese parece ser un elemento identificativo del colectivo juvenil que protagoniza esos
actos. Tal resistencia le da forma concreta a un negacionismo de la pandemia, que fue un factor
que favoreció la victoria electoral de la derecha parafascista en las últimas elecciones autonómicas
en Madrid, en las que, una vez más, la masa ignorante salió en defensa de sus “dueños”.
De la joven generación que está siendo manipulada en ese sentido se dice que es la primera de la
historia que sabe que va a vivir peor que sus padres. Es decir, tienen motivos más que suficientes
para la protesta y el descontento, pero su problemática no se remedia con frecuentes botellones o
insensateces como el “puenting” y el “balconing” para olvidar su triste perspectiva de un Futuro
sin futuro. Se trata de fugas hacia adelante, deseos subconscientes de ignorar una realidad que no
se sabe afrontar, instalarse en una forma de vida en la que la Razón ni está ni se la espera. La
alternativa sería utilizar la mente, el don más valioso con el que Dios dotó al ser humano, para
estudiar la realidad del mundo en que les toca vivir y buscar soluciones para mejorarlo, soluciones
cuya meta no debe ser la de vivir mejor que otros sino la de construir un sistema igualitario para
toda la familia humana.
En principio, esos grupos con identidades artificiales y sin finalidad aparente son sólo la cántera
de la que se puede extraer a los más irracionales. Las mencionadas organizaciones políticas de la
derecha fascista y parafascista vienen a ser un banderín de enganche para todo tipo de gente de
escasas luces. El proceso de puesta de ese colectivo al servicio de las clases dominantes pasa por
su organización, aunque sea provisional, en bandas juveniles o de hinchas de un equipo deportivo
que se enfrentan violentamente a otras bandas e hinchas de otros equipos, y la culminación de esa
estrategia es que los irracionales organizados por sus “dueños” sean capaces de conquistar la calle
como lo hicieron los movimientos fascistas del siglo pasado con denominaciones como SA, SS o
cualquier otra identificación, pero siempre con el objetivo de la conservación del sistema de
dominación establecido.
¿Cómo afrontar esa realidad? Primero reconociéndola, estudiándola. Estas líneas son sólo una
primera constatación de que el problema existe. Es tarea de los sociólogos estudiar este problema
más a fondo. No sé si existen tales estudios; yo no los conozco. En todo caso, al sistema
organizador y beneficiario de ese proceso no le interesa que se le “psicoanalice”. El sólo hecho de
querer afrontar este problema ya es por sí mismo antisistema, revolucionario. La prensa y demás
instrumentos del aparato ideológico del sistema capitalista dominante no se van a poner a
favorecer el estudio y comprensión de una situación que se diseñó para beneficio del propio
sistema. Dedicarán más páginas a informar sobre los eventos deportivos. El futbol y otros
deportes cumplen, en el esquema formativo de ese sistema, la función de apartar la atención de las
masas populares de los asuntos que le verdaderamente les conciernen. Se trata de otro artilugio
para adormecer la Razón.
Fastino Castaño